"De a poco, la luz celeste se fue esfumando, desgajadamente. Entonces, recobrado de
aromas e imágenes, me tiré en la cama de Rogelio y lloré.
Lloré por ella y por mí.
"Ana. Mamá. Mamana... "
Lloré por los años que nos habían robado.
"Botón, botella, soy hija de las estrellas."
Lloré por sus jóvenes ganas de cambiar el mundo.
"Camilito, camilón, mi hijo será gorrión."
Lloré por las horas de canciones que no escuché ni escucharé.
Lloré por las atrocidades que sufrió.
"Mamá. Mamanita... "
Lloré por las noches en que traté de justificar mi esencia de huérfano.
Lloré.
Amarga y pausadamente, hasta que los ojos dejaron de dolerme."
"Los sapos de la memoria" Graciela Bialet
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